viernes, 18 de marzo de 2011

Zona de cultivo de los 5 sentidos


Entre Cookies y ‘Cakes’

Así como Miguel Ángel esculpía a David, Shakespeare escribía Hamlet o Beethoven componía la 9ª Sinfonía, el pastelero o pastelera reproduce su arte en los postres más elaborados.
Casi todos sabemos disfrutar de un bocado dulce, pero en el mundo de la repostería, como en cualquier otra dimensión del arte, la belleza y la técnica cuenta mucho más de lo creemos.
Acostumbrados a la cocina mediterránea y a los sabores más usuales, llama la atención  ver en los escaparates de algunas pastelerías las galletas al estilo inglés, las cookies, los muffins,  los cupcakes o pasteles de taza y las tartas recubiertas de una deliciosa capa glaseada.

El lado más dulce de la gastronomía nos ha dado la oportunidad de intercambiar unos sabores que han cruzado fronteras. En el caso de la influencia de la repostería inglesa y americana, caracterizada por el empleo de ingredientes básicos como el azúcar, la mantequilla y los colorantes, la vistosidad de las creaciones se inspira en la fantasía.
En  un primer momento puede incluso que empache con tan solo darle un vistazo, pero es inevitable que las papilas gustativas reclamen la degustación  de esos pasteles que se antojan como dulces tentaciones.

Tradición e innovación en un mismo postre
El proceso de elaboración sigue siendo el mismo pero empleando la técnica del glaseado prácticamente se puede hacer de todo, la imaginación es el límite.
Así, el pastelero que visualiza un castillo de azúcar y vainilla entre murallas bañadas en chocolate  no tiene más que hacer el boceto previo, coger las herramientas de cocina necesarias y comenzar a esculpir su deliciosa obra de arte.

Haciéndose evidente esta moda y viendo las maravillas que se pueden conseguir, la casa de pan de jengibre, pastel y azúcar moreno del cuento de Hansel y Gretel podría quedarse corta.

No obstante, después viene el dilema: ¿comer o contemplarlo? Quizá dé tiempo para las dos acciones…


La cosa más dulce

Fantasía, color y azúcar, mucho azúcar. Es la base de la repostería típica americana que se ha puesto de moda en estos dos últimos años.
Claudia Pardo es una de las especialistas emprendedoras en este arte culinario que ha sabido encajar su hobby, la repostería, con su proyecto de empresa. El mundo de la repostería es una tienda especializada en todos aquellos accesorios y herramientas para la confección y decoración en pastelería. Se trata de una empresa que lleva algunos años vendiendo sus productos de forma online y ahora, debido al éxito de la demanda, la propietaria ha podido abrir su primera tienda física en la Avenida de Borbón número 35 de Barcelona. Es la primera tienda especializada en productor para este tipo de repostería y es todo un hallazgo para los que tienen como hobby el arte gastronómico o a los que, simplemente, les pierde el dulce.
Con mucha ilusión y una buena proyección de futuro, Claudia nos explica el éxito de su negocio.

- Se trata de la primera tienda en repostería americana en Barcelona y España. ¿Dónde cree que está la clave del éxito?
- El éxito está en la especialización. Para nosotros es el segundo paso de un proyecto, es una tienda piloto para tomarla como modelo de franquicia.

- ¿Cómo se introdujo en el mundo de la pastelería?
- Empezó como un hobby que en mi país no pude desarrollar y más tarde pude dedicarme a ello sacándome el título de manipuladora de alimentos.

- ¿Cuál es la procedencia y origen de este tipo de repostería?
- Proviene de Inglaterra, aunque gracias  a la inmigración se asentó en América del Norte y América del Sur.

- ¿En qué se diferencia la repostería americana de la española?
- La gran diferencia radica en la visualidad, la repostería española es más sencilla en el tipo de decoración; esta es una repostería más artística a nivel visual.

- Retratos, muñecos, castillos de ensueño y la presencia de Disney es bastante notable ¿Se puede asociar este tipo de repostería con el mundo de la infancia por su fantasía?
- Sí, con este tipo de decoración cualquier que te puedas imaginar es posible

 - ¿Cuáles son los productos que se utilizan para esta técnica?
- Hay diferentes tipos para cubrir una tarta pero los que se suelen utilizar son: la glucosa, la glicerina y el azúcar glass. Puede que se utilice gelatina neutra o algunas esencias, todo depende de la decoración que se le quiera dar.


- Retratos, muñecos, castillos de ensueño y la presencia de Disney es bastante notable ¿Se puede asociar este tipo de repostería con el mundo de la infancia por su fantasía?
- Sí, con este tipo de decoración cualquier que te puedas imaginar es posible.

- Evidentemente, este tipo de repostería no se podría incluir en una dieta sana… 
- Creo que no, ya que tiene mucha azúcar pero sí que es posible para los celíacos porque no contiene gluten. Pero lamentablemente, todavía no hay un sustituto del azúcar glass para este tipo de repostería.

- Cree que este tipo de repostería ¿podría incluirse dentro de la llamada “comida basura”?
- No, todo en exceso es malo pero si llevas una dieta equilibrada no tiene por qué. Hay opciones a la hora de escoger los estabilizantes que componen las tartas, existen los artificiales pero también están los naturales.

- ¿Encuentra rivalidad con la repostería tradicional de aquí?
- Más bien, esta especialidad es algo a incorporar a la pastelería española. Es un complemento más que se puede ofrecer a los clientes.

- ¿Por qué cree que está de moda este tipo de pastelería?
- Por la influencia de la inmigración proveniente de los países que conforman América del Sur.

- ¿Qué les diría a aquellas personas que se puedan plantear aprender a hacer este tipo de repostería?
- Para las personas que no tienen nada de conocimiento estos cursos ofrecen la posibilidad de iniciación en la decoración de pasteles. Están orientados como un hobby, no importa si son chef o no. Están enfocados para divertirse, reunirse y aprender


Porque “no hay amor más sincero, que el amor a la comida”
Los amantes de este arte culinario, o los del deleite de su propio paladar, ahora tienen la oportunidad de conocer y aprender de este tipo de fantasía pastelera en Barcelona.


 Dos excelentes especialistas en este tipo de repostería, Claudia y Patricia Pardo, son las propietarias de  una tienda especializada en el barrio de Nou Barris: El mundo de la repostería. En ella se puede encontrar todo tipo de caprichos: moldes, elementos decorativos, colorantes, sabores, aromas.
Además, imparten cursillos a nivel de principiante y avanzados para los que se atrevan a dar ese toque de color y creatividad a sus postres.

Para más información consultar la página web de la tienda: http://www.mundodelareposteria.es/


Qué vemos, qué hacemos "Ante el dolor de los demás"


“ Nosotros –y este nosotros es todo aquel
Que nunca ha vivido nada semejante padecido por ellos-
No entendemos. No nos cabe pensarlo”
Susan Sontag, Ante el dolor de los demás.

Siglo XXI: imagen, reacción, asimilación.


Tras lo sucedido en Japón, me resulta inevitable dedicar una entrada de reflexión sobre la catástrofe acontecida apenas hace unas semanas. Para ello rescato un libro de Susan Sontag, Ante el dolor de los demás. Como obra, me parece altamente recomendable para formar parte de la cultura de un periodista, pero evidentemente, las disertaciones de la autora sobre el impacto que las imágenes ejercen sobre nosotros sirven para todo el mundo.

Me resuenan en el oído los reutilizados adjetivos de Pedro Piqueras, caricaturizado hasta la médula, que suele emplear para describir las situaciones más nefastas que vemos usualmente en los telediarios. “Catastrófico”, “horripilante”, “estremecedor”.   

Pero el pasado 11 de marzo, millones de personas visionaron imágenes que bien podían atender a esos adjetivos. Recibimos muchísimas imágenes y filmaciones sobre el efecto devastador de este fenómeno. Era inevitable que éstas provocaran algún tipo de emoción, por ínfima que fuera, en aquellos que las vimos.

Podemos verlo pero no entenderlo  
“¿Qué hiciste para ayudarla?”: Es lo que le preguntaron a Kevin Carter, fotógrafo sudafricano, después de recibir el premio Pulitzer por una dramática fotografía que  realizó en una aldea sudanesa en 1993 que muestra a una niña en evidente estado de desnutrición siendo acechada por un buitre.
Es sin duda un caso para debatir en muchos sentidos dentro y fuera del mundo del periodismo (un debate que, sin embargo, no ha surgido en todo lo que llevo de carrera, ni siquiera en la asignatura de fotoperiodismo).
Tras una larga época de aluvión de críticas, sumando todos los conflictos personales que pudiera tener Carter, decidió suicidarse en 1994.
Apartando las teorías que han surgido desde la realización de aquella fotografía y los rumores sobre la propia vida del periodista, parece ser que esa auguradora pregunta pudiera provocar en él un despertar. Me refiero a esa clase de despertar que se suele experimentar cuando, durante demasiado tiempo, hemos padecido un estado de ceguera o de anestesia emocional. Como reportero de guerra, Kevin Carter había captado demasiadas escenas con el objetivo de su cámara, tan duras como para traumatizar a una persona para el resto de su vida. Lo que se deduce con el tiempo cuando uno observa las condiciones de este oficio desde fuera (como estudiante en este caso) es que se llega a la conclusión de que uno debe estar en menor o mayor grado insensibilizado para seguir enviando al mundo imágenes tan aberrantes como la de la niña. Hay que estar “automatizado” para saber captar la trascendencia que tendrá una imagen cuando se presenta la oportunidad. Y si quedan resquicios de ética, pensar en si servirá para cambiar las circunstancias de las situaciones más desfavorables; si no se tiene, sólo faltará proyectar con ambición el éxito de ganar un Pulitzer.
En este ensayo, Ante el dolor de los demás, Susan Sontag hace una reflexión completamente argumentada, elocuente y realmente necesaria sobre el efecto de la fotografía como documento ilustrador de la devastación de las guerras. Va más allá incluso. Estudia la nueva realidad en la que nos encontramos respecto a ello: consumimos diariamente grandes dosis de violencia y somos testigos, en tercer grado,  de los conflictos bélicos y de la desolación que viven millones de personas en el mundo. Y lo podemos visionar todo a través de los medios de comunicación y éste es un hecho que inevitablemente cambia nuestra percepción sobre las cosas y las emociones que nos puedan provocar.
Sontag nos recrea escenarios de muchas de las contiendas que se hayan dado en la Tierra. Desde las batallas de Crimea y la Guerra de Secesión al trato de las imágenes del World Trade Center pasando por las guerras en Chechenia, Bosnia, Kósovo, Sudán, Ruanda. La Primera y Segunda Guerra Mundial son dos pasajes históricos en los que la autora se para a reflexionar en más de una ocasión. “El conocimiento de la guerra entre la gente que nunca ha vivido es en la actualidad producto sobre todo del impacto de estas imágenes”: es una de las afirmaciones más certeras de Sontag y con ella intenta explicar en verdad nunca podremos llegar a imaginar cómo se vive una guerra.
En sus 9 capítulos el libro nos conduce a una serie de planteamientos que en esencia, se basan en la naturaleza del hombre para entender o no el dolor de los demás.
En la primera parte, la autora nos introduce la atrevida cuestión, a través de palabras de Virginia Woolf, de que son los hombres los que emprenden la guerra. En posteriores capítulos destaca el papel tan importante que ha tenido la fotografía (imagen) en la batalla propagandística de cada una de las guerras; cita con especial relevancia el caso de la Guerra Civil española y el eco que tuvo aquella fotografía de Robert Capa de la muerte del militante republicano. También expone algunos ejemplos de la historia en los que un suceso no ha tenido la debida trascendencia precisamente por la falta de material fotográfico o escasa capacidad dramática de las imágenes disponible.
“El problema no es que la gente recuerde por medio de las fotografías, el problema es que la gente sólo recuerda las fotografías.” Sin duda, Sontag crea de una forma especial, sin exhortaciones evidentes, ni juicios ni prejuicios,  puntos clave para reflexionar sobre todas las funciones y consecuencias de las imágenes.

Ante el dolor de los demás es en definitiva un ensayo sobre las emociones que evocan las imágenes de dolor y un necesario planteamiento: ¿Seguirán las fotografías sobre guerras, hambrunas, injusticias, etc. causándonos conmoción?
Por una parte, es inevitable que el ser humanos se acostumbre a tolerar las imágenes de dolor, si es posible adaptarse al sufrimiento psicológico y físico, cómo no lo sería para el dolor ajeno. Sin embargo, quizá acostumbrarse sólo es posible si dejamos de estar alerta durante un tiempo. Si cerramos los ojos y entramos en ese estado de “anestesia emocional” que antes citaba. A Kevin Carter, alguien curtido y supuestamente insensibilizado para seguir en su oficio, le llegó el momento de ver la “el dolor de los demás” y el suyo propio. Siempre habrá imágenes que nos harán despertar y modificar, intencionadamente o no, nuestra conducta.
Otra idea llena de verdad a la que recurre Sontag es que por más que sintamos miedo, angustia, compasión por los demás tras ver la fotografía o secuencia de una escena de guerra, nunca llegaremos a sentir lo que las personas que lo viven experimentan a ras de piel. “Nosotros” somos el espectador.
“No podemos imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la guerra; y cómo se convierte en normalidad.” Es lo que cada soldado, cada periodista, cooperante  y observador independiente que ha pasado tiempo bajo el fuego, y ha tenido suerte de eludir a la muerte, siente con terquedad.. Y tiene razón.”